Monseñor Lukert no le apaga jamás el celular a los medios, no le importa
plantarse horas hasta que lo dejan entrar a visitar a los presos
políticos, no tiene inconveniente en contestar ninguna pregunta.
Conforme uno picha, él batea. Es vehemente y directo. Se las ve con el
más “pintao” y todo el mundo sabe que este obispo no tiene “pepitas en
la lengua”, una criollísima expresión para retratar al que no teme
expresar exactamente lo que piensa y siente. Y lo hace en el
inconfundible acento de las más soleadas tierras del occidente
venezolano. Estas son sus reflexiones para los lectores de ABC de la
Semana, hoy 16 de enero del 2015 de los cuales extraemos algunos fragmentos de la entrevista publicada para que nuestros lectores saquen sus propias conclusiones.
─ Hay quienes los prefieren como el dicho: “calladitos se ven más bonitos”.
─ Siempre ha sido una tentación, tanto
de la oposición como del gobierno, hacer que los obispos y sacerdotes
tengamos olor a sacristía, a incienso, a cera, que no digamos nada y nos
quedemos tranquilos. Pero también somos parte de esta comunidad y
sentimos lo que pasa. Alguien tiene que hablar en nombre de este pueblo
que sufre callado. Quienes deben dar la cara por las regiones, los
diputados, no lo hacen. Están elegidos por el voto popular y ni se
ocupan, no visitan las regiones, no se percatan de que a veces los
alcaldes no tienen ni para pagar la gasolina para transportarse. Te
pongo el caso de Coro, un lugar semidesértico, allí hay comunidades que
pasan 15 días sin que les llegue una gota de agua, sin luz. Entonces
trancan las vías, se forman grandes colas y mucha gente no sabe la
razón. La razón es esa: día y días sin luz ni agua.
─ A pesar de que ustedes hablan en estos términos, desde el gobierno lo que disparan es plomo parejo…
─ Lamentablemente, particularmente este
gobierno quiere que los obispos de Venezuela seamos perros mudos. Y no
podemos, de ninguna manera. La historia nos reclamaría lo que hoy es
nuestro deber. Este gobierno hipersensible a la crítica, no responde
como debe responder ante el juicio de los obispos. Debe hacerlo de una
manera positiva, asimilando lo que se le cuestiona; en lugar de eso
excluyen e insultan. Ese no puede ser el papel de un dirigente nacional.
No puede tirar al vilipendio y a la exclusión a un venezolano porque
opine distinto. Monseñor Roa decía que a los gobernantes de este país,
al elegirlos, los meten en una campana de cristal y les echan humo para
que no vean lo que pasa afuera. Cuando uno oye hablar a Cabello y a su
entorno, pareciera que no viven en el país, que no saben de nada, que no
tienen idea de las colas kilométricas que debe hacer la gente,
humillada después de 48 horas parados esperando por un pote de leche o
un paquete de pañales. Claro, las mujeres de ellos no hacen colas, pero
el pueblo sí y sufre mucha humillación y malos tratos. VER AQUÍ planes conspiradores en las colas
─ El tema de la salud es patético…
─ Te cuento que en Coro, el único
hospital de referencia que es el Van Griecken, tiene cinco quirófanos y
sólo funciona uno, las operaciones selectivas no se realizan, solo las
de emergencia porque no hay insumos, no hay ni Merthiolate, no hay con
qué trabajar. Y obligan a los médicos a quedarse callados, que no digan
nada. Baste citar el caso del presidente del Colegio de Médicos de
Aragua que anunció que venía una epidemia de chikugunya, o de lo que
fuera, lo mandaron a poner preso. ¡Eso no puede ser! No se trata de que
estén en contra del gobierno, sino que son profesionales a favor de un
pueblo que está sufriendo las calamidades. En Europa no se explican, por
imposible, por inaudito, que un país inmensamente rico como Venezuela
sea hoy inmensamente pobre. ¡Con el chorro de plata que corre y el
pueblo está peor que nunca! Estamos en economía de guerra, por eso la
gente compra, porque sabe que mañana tal vez no pueda comprar jabón en
polvo, papel toilette, medicamentos. ¡Insólito!
─ Usted conduce una diócesis
del interior del país. Hay gente que asegura que fuera de Caracas la
realidad es diferente. ¿Se vive mejor o el padecimiento es el mismo?
─ El mismo. Ustedes tienen facilidades,
medios de comunicación que a nosotros nos faltan. En Coro la situación
es grave de toda gravedad. ¡Con decirte que para registrar un documento
tienes que hacer cola desde las 3 de la mañana pues solo hay una notaría
para todo el Estado! Yo te diría que la crisis en el interior es peor
que en Caracas, lo que pasa es que la de Caracas se nota más porque
ustedes tienen medios que le dan visibilidad. El gobierno, además, se
cuida de que Caracas tenga más recursos para proveer al pueblo que el
interior. El Mercal en Coro funciona una vez al mes, acá creo que es una
vez por semana. En un pueblo como Pedregal, por ejemplo, no hay Atamel
que es muy demandado porque es el analgésico más elemental. No llega. A
veces hay ambulancias que están en perfecto estado pero le faltan los
cuatro cauchos. Nadie tiene como reponerlos, ni siquiera la gobernadora.
¿Cómo sacas a una mujer que esté de parto? ¿Cómo auxilias a una persona
que la pique una culebra? ¿Si hay invierno como pasas, en una hamaca,
como antiguamente se hacía? Hay que pensar en todo eso. Son situaciones
que en el interior son muy comunes.
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